Desnudando la pantalla

La pornografía normaliza la violación, el abuso, la violencia y la prostitución, posicionándose como una de las industrias más poderosas a nivel mundial

Tengo trece años. Hemos quedado un grupo de amigos. A un chico le han comprado un móvil nuevo y están en corro todos viendo lo que les enseña. Entro en ese corro y encuentro pornografía. Me voy a casa. Cojo el móvil para desconectar un rato antes de irme a dormir. Abro Twitter y encuentro un post que me interesa. Entro para ver los comentarios y me encuentro con que están llenos de perfiles de chicas anunciando su OnlyFans. Entro en TikTok. Me salen vídeos de chicas de dieciocho años con todos los caprichos que quieren porque tienen cuentas para vender imágenes íntimas. Deslizo y veo los genitales de alguien encubiertos por un filtro de inteligencia artificial. Cierro el móvil. Está en todas partes.

Persona entrando en una página de pornografía
Fotografía realizada por: Esther Rodríguez, Andrea Tugal y Juan Sánchez de Ocaña

La industria pornográfica es, a día de hoy, el método más accesible para descubrir información sobre relaciones sexuales. Sin embargo, este instrumento ayuda a reforzar el sistema patriarcal en el que vivimos. La cosificación de la mujer, la dominación y violencia del hombre sobre ella, e incluso la falsa liberalización de la mujer mediante plataformas como OnlyFans son algunos ejemplos de lo que la pornografía promueve.

Los vídeos sexuales están muy vinculados a la misoginia, a la sumisión que ejerce el hombre sobre la mujer. “La pornografía genera formas de violencia machista, que se ligan a la idea de la cosificación sexual. Convertir a la mujer en un objeto para el hombre y someter a la mujer a una imagen y estereotipo”, afirma Tasia Aránguez, teórica feminista y profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad de Granada.

 

“Cuando escuchas un «no», realmente es el inicio de una negociación, y no el fin de toda conversación”, Amelia Tiganus

De esta forma, la industria pornográfica perpetúa esa cultura de la violación. Esto implica que los actos sexuales no consentidos sean una práctica aceptada y normalizada. Amelia Tiganus, activista y superviviente de trata de mujeres, cuenta que en muchos de los vídeos podemos ver cómo “cuando escuchas un «no», realmente es el inicio de una negociación, y no el fin de toda conversación”. Aránguez añade: “Ya no diferenciamos entre aquellas conductas sexuales que se basan en la igualdad y la reciprocidad y aquellas que se basan en la dominación. Y hemos llegado incluso no sólo a legitimar, sino a glorificar el poder, la dominación y la violencia sádica”.

“El 89% de la pornografía en Internet tiene un alto contenido de violencia verbal o física”, Anna Flotats

Tiganus da una explicación a que la pornografía sea nociva para el cerebro y la visión que se tiene de la mujer. “Cuando yo tenía catorce años y me masturbaba, era capaz de crear una fantasía erótica. Ahora mismo ni siquiera tenemos libertad para hacer eso porque lo que nos viene a la cabeza son imágenes pornográficas. Ya han insertado en nuestra cabeza esas imágenes. Y lo peor y más preocupante es que esas imágenes están llenas no solo de machismo. Estamos hablando directamente de misoginia, de odio a las mujeres, de violencia, de tortura”.

Una metáfora sobre la masculinidad y el patriarcado
Fotografía realizada por: Esther Rodríguez, Andrea Tugal y Juan Sánchez de Ocaña

El consumo habitual de pornografía no solo distorsiona la percepción de la sexualidad, sino que también puede tener graves consecuencias para la salud sexual. La activista afirma: “Se está erotizando la violencia contra las mujeres y estamos viendo que hay chicos muy jóvenes que sufren disfunción eréctil porque no son capaces de disfrutar de su sexualidad o de disfrutar en compañía de otra persona sin ejercer violencia. Es una pedagogía de la violencia sexual, la pedagogía de la crueldad y la deshumanización absoluta”.

“Es un problema de ignorancia, porque se está formando la población menor de edad a través de la pornografía”, Anna Flotats

Anna Flotats, experta en sexología clínica y escritora de Del velcro al porno, refuerza esta idea. Flotats expone que el 89% de la pornografía en Internet tiene un alto contenido de violencia verbal o física. “Al final acaban naturalizando unas formas de violencia que no deberían naturalizar. También acaba provocando disfunciones sexuales, como la masturbación compulsiva de las personas”, advierte Flotats.

La experta, además, vincula el problema del machismo en la pornografía con otro de mayor gravedad: el acceso tan sencillo que tienen los jóvenes hoy en día a la pornografía online. “En las redes sociales hay mucha pornografía y es donde más población adolescente hay, donde se pasan más horas. De hecho, es uno de los puntos donde se accede más frecuentemente a la pornografía de forma indirecta, porque te la encuentras. Y las redes sociales tendrían que ser un lugar seguro para la población adolescente y la población menor de edad”.

La adicción a la pornografía puede convertirse en una obsesión que consume la vida de los individuos. Esto afecta a su autoestima y su capacidad para disfrutar de una sexualidad sana. “Muchas veces nos hablan de que hay mucha inocencia en la población menor de edad, pero no es un problema de inocencia. Es un problema de ignorancia, porque se está formando la población menor de edad a través de la pornografía”, comenta Flotats.

Una metáfora sobre la mujer siendo oprimida por la pornografía
Fotografía realizada por: Esther Rodríguez, Andrea Tugal y Juan Sánchez de Ocaña

Al final, la ignorancia en las relaciones sexuales acaban afectando a parejas que han aprendido cómo tener sexo a través de Internet, lo que provoca grandes problemas entre relaciones interpersonales. Flotats sostiene: “Hay parejas de adolescentes que acaban teniendo unas relaciones sexuales con un grado de violencia que no debería estar. Su imaginario sexual se está creando a través de estas imágenes que van visualizando”.

Otra de las grandes consecuencias que tiene el consumo de pornografía es el aumento en el número de agresiones sexuales entre menores de edad. “La Fiscalía Menor del Estado este año pasado sacó los datos de los últimos cinco años y mostró que habían incrementado un 116% las agresiones sexuales de menores de edad”, declara Flotats.

OnlyFans: ¿liberación o esclavitud?

Pese a todas las consecuencias negativas que aporta la pornografía a la sociedad, esta industria sigue siendo a día de hoy una de las que más recauda dinero a nivel mundial. Y uno de sus principales motivos es la forma en la que se ha ido adaptando a las formas de consumo de la sociedad.

La pornografía en Internet ha provocado el surgimiento de distintas aplicaciones y webs para poder ver contenido explícito y así llegar a más población. Esta diversificación ha provocado, a su vez, que sea mucho más simple comenzar a crear contenido sexual para monetizarlo. Algunos programas como OnlyFans o JustForFans son algunos de estos ejemplos.

Una metáfora sobre la cosificación del hombre a los cuerpos femeninos
Fotografía realizada por: Esther Rodríguez, Andrea Tugal y Juan Sánchez de Ocaña

La cantidad de mujeres que han comenzado a crear vídeos sexuales para poder ganar dinero ha causado dudas entre el movimiento feminista. Hay quien reivindica esto como parte de la liberalización de la mujer y como una forma válida de emancipación. Sin embargo, esa “liberación” no deja de ser una visión parcial de la realidad. Tiganus afirma que el problema es la forma en la que el capitalismo se apropia de las luchas antisistema para convertirlas en parte del sistema. “Si se quedan en eslóganes como «con mi cuerpo hago lo que quiero», claro que es muy fácil que el capitalismo llegue y diga: «Chicas, sed libres, haced con vuestro cuerpo lo que os dé la gana», aun cuando eso que estás haciendo no hace más que reforzar un sistema de dominación y sumisión de las mujeres”, asegura la activista.

“El problema es la forma en la que el sistema capitalista se apropia de las luchas antisistema para así convertirlas en parte del sistema”, Amelia Tiganus

Tasia Aránguez va un paso más allá. Ella pone en tela de juicio que las mujeres entren en la industria pornográfica de manera autónoma e independiente: “Yo cuestiono la libre elección. Ha sido un mito que ha servido para justificar la explotación de las mujeres, la explotación sexual. Este mito hace creer que muchas de las elecciones que tomamos en el día a día son una cosa que sale de nosotras mismas y que, en realidad, son el resultado de la ideología capitalista del patriarcado. Muchas veces no te dejan opciones laborales, opciones de realización personal. Y entonces acabas llevando a cabo acciones que son dañinas para ti por el hecho de buscar aprobación, reconocimiento, dinero…”

Por lo tanto, las mujeres, sobre todo jóvenes, que hacen contenido para OnlyFans, suelen empezar a través de estrategias de captación. Tiganus asegura que utilizan los mismos métodos que utilizaron con ella para captarla, pero de manera más refinada y masiva, pues se hace por Internet. “Hace 23 años me ponían como ejemplo a otras chicas que supuestamente ganaban muchísimo dinero en la prostitución. Vestían ropa bonita, tenían coche, tenían una casa… Y ahora, ¿cuáles son esos ganchos? Pues esos vídeos en TikTok de medio minuto, yendo por la calle, preguntando a una chica cuánto dinero tiene en el banco. Y una chica de dieciocho años dice unas cantidades enormes. Y eso sirve para captar a las niñas. Pero no a cualquiera: a niñas o mujeres jóvenes en una situación de vulnerabilidad, que sufren en su casa violencia, y que van a ver ahí una salida”, cuenta la superviviente.

Una alegoría sobre cómo la pornografía afecta a la niñez
Fotografía realizada por: Esther Rodríguez, Andrea Tugal y Juan Sánchez de Ocaña

Y llegados a ese punto, cuesta distinguir entre lo que es la pornografía y lo que es la prostitución. Flotats declara: “De OnlyFans a la prostitución hay un paso, porque realmente ya estás en el mercado de la prostitución. En el momento en el que estás vendiendo unas fotos íntimas a alguien, eso ya es prostitución, pero el problema es que mucha gente joven no lo sabe”.

Esa frontera muchas veces acaba difuminándose, y el problema se acentúa entonces, porque acaba llegando a menores de edad. Aránguez confirma que OnlyFans, aunque tenga restricciones de contenido sexual para menores de edad, tiene formas para poder sortear esas barreras. “Normalmente, los menores se crean una cuenta normal [cuentas no monetizadas y prohibidas de contenido sexual] y cuelgan fotos no tan sexualizadas. Así, los hombres contactan con esas menores a través de mensajes privados para bien captarlas o bien conseguir que les envien fotografías y material más explícito, o para concertar con ellas encuentros sexuales. Es decir: prostitución de menores”.

Porno feminista, ¿alternativa válida?

Por lo tanto, la pornografía es difícilmente vista como un instrumento a favor de la igualdad de la mujer. Sin embargo, ha surgido una alternativa a los vídeos sexuales misóginos: la denominada pornografía feminista. Esta vertiente busca crear contenido erótico que ponga a la mujer como sujeto activo. Así, trata de acercar a la gente un tipo de relación sexual basada en el disfrute y respeto mutuo. Además, trata de enseñar un tema invisibilizado en la pornografía convencional: el placer femenino.

Este tipo de pornografía ha sido también tema de debate entre las distintas perspectivas feministas. Su buena intención deja de lado otras cuestiones a tener en cuenta para ver cuál es el problema del contenido para adultos. Tanto Aránguez como Tiganus creen que el problema está en que ese tipo de pornografía hace que se unan más mujeres a ver ese contenido, por lo que aumenta la demanda, en vez de hacer que los hombres, los principales consumidores, cambien el tipo de porno que ven.

“Una pornografía que reduce la sexualidad humana a unas imágenes y, además, mercantiliza con ello, no puede llevar el apellido feminista. Algo que cosifica y mercantiliza, no encaja ahí”, Tasia Aránguez

Tasia Aránguez cuenta: “Cuando encontramos pornografía supuestamente feminista, primero debemos recordar ante todo que tanto actores como actrices porno siguen sufriendo explotación sexual y prostitución. Lo que la pornografía feminista suele incorporar es una mayor diversidad (personas con discapacidad, con diferentes orientaciones sexuales…) y eso solo diversifica el producto, cuando el producto es malo”.

Una imagen sobre el falocentrismo y cómo la industria pornográfica lo refuerza
Fotografía realizada por: Esther Rodríguez, Andrea Tugal y Juan Sánchez de Ocaña

Tiganus, además, expone que la intención que tienen haciendo esto no viene de un aspecto ético, sino desde una visión mercantilista. De esta forma, niega que pueda siquiera ser llamado feminista: “Esta industria tiene claro que quiere engancharnos también a las mujeres, y se han dado cuenta que lo que tienen en el mercado ahora mismo engancha muchísimo más a los hombres. Por eso están creando un producto específico para mujeres. Eso no cambia nada, se siguen enriqueciendo, nos siguen metiendo en la cabeza una idea, colonizando la cabeza con algo. Una pornografía que reduce la sexualidad humana a unas imágenes y, además, mercantiliza con ello, no puede llevar el apellido feminista. Algo que cosifica y mercantiliza, no encaja ahí”.

La solución a la pornografía

Anna Flotats cree que la clave tampoco es el mal llamado porno feminista. La escritora asegura que para que haya una educación sexual se deben crear productos audiovisuales de calidad para ayudar y reconducir a la población adolescente. “Hay películas muy bonitas en el mercado que nos hablan de sexualidad, y no es necesaria la pornografía para aprender sobre ello. Hay una corriente dentro de la sexología que consideramos que no es necesario tener porno para aprender de sexo”, afirma Flotats.

Una de las conclusiones que comparten las tres mujeres sobre la pornografía es la necesidad de eliminarla. Aránguez dice: “El método para no consumir pornografía es abolirla y aprender a vivir sin ella. ¿Por qué? Porque el problema de fondo es la construcción de la sexualidad que hemos interiorizado. Es decir, que solo experimentamos deseo sexual y placer cuando hay un elemento de sometimiento”.

Una metáfora a cómo la industria pornográfica es vista como otra parte del audiovisual
Fotografía realizada por: Esther Rodríguez, Andrea Tugal y Juan Sánchez de Ocaña

Además, hablan de la necesidad de que el Estado respalde esto con leyes abolicionistas. Aránguez menciona la dificultad que esto tiene por lo complicado que es controlar Internet, pero ofrece alguna opción para frenar el acceso a pornografía. Por ejemplo, instaurar un certificado digital para impedir el acceso a menores de edad o introducir controles en los dispositivos electrónicos para que haya que autorizar que el dispositivo pueda entrar en la página. “Mucha gente, por el hecho de tener que meter un certificado digital aunque sea anónimo y sin trazabilidad de datos, ya no va a entrar. Cualquier tipo de traba va a generar reticencia”.

Actualmente, el Gobierno está trabajando para crear una ley para frenar el acceso de los menores a pornografía. Amelia Tiganus opina sobre el tema: “Por supuesto que tendrían que tomar cartas en el asunto. Estamos hablando de la desprotección absoluta de menores de edad. Pero no se trata solo de prohibir el acceso a la pornografía. Es poco acertado si esto no va acompañado de herramientas para poder analizar una realidad, para tener pensamiento crítico, para poder tomar la decisión consciente de decir: «No quiero formar parte de esto, no quiero esto en el mundo»”.

Una metáfora sobre cómo la mirada del hombre sexualiza a las mujeres
Fotografía realizada por: Esther Rodríguez, Andrea Tugal y Juan Sánchez de Ocaña

En relación a esto, Aránguez afirma que se necesita, por una parte, un amparo legal, y por otra, que se dé una educación sexual crítica con la pornografía. Explica que el objetivo es “que lo vean como lo que es: algo verdaderamente negativo tanto para los hombres como para las mujeres, especialmente desde la juventud”.

La pornografía ha provocado la normalización y la perpetuación de la violencia hacia la mujer, y la única forma de frenarlo es parar esa industria. Tiganus opta por una visión más cruda de la realidad: “Una ley per se no va a cambiar el mundo. Por supuesto que necesitamos una herramienta jurídica que marque el rumbo que queremos tomar. Pero tenemos mucho trabajo por delante. Estamos luchando contra titanes, porque la pornografía y la prostitución mueven más dinero que las armas o las drogas a nivel mundial. Hay unos intereses tremendos, y ahora mismo estamos ante la privatización de la sexualidad humana”.