El alma del cine independiente
Muchas personas sueñan con hacerse un hueco en el Olimpo del séptimo arte y alcanzar la popularidad de grandes estrellas como Spielberg o Scorsese. Sin embargo, es sabido por todas que dicho Olimpo cuenta con un ínfimo número de butacas disponibles. En las primeras filas podemos ver al ya mencionado Spielberg disfrutando de una bebida junto a Quentin Tarantino y Stanley Kubrick. Algo más atrás, también en un confortable asiento, descansan otros artistas como David Lynch o Damien Chazelle. Por esta zona podemos incluso encontrarnos con alguna mujer, como Sofia Coppola o Greta Gerwig, aunque se trataría de algo verdaderamente inusual, pues llegados a este punto nadie se sorprenderá de escuchar que la élite de la industria cinematográfica está dominada por la figura del hombre y que muy pocas mujeres logran alcanzar tan alto nivel de popularidad.
El problema se agudiza cuando observamos las salas de cine, pues, salvo alguna excepción, nos toparemos con títulos creados por los residentes del Olimpo. Esto construye un sólido muro entre el espectador y las cineastas independientes cuyo reconocimiento dista en demasía de la ya mencionada élite. De esta forma, se agrava todavía más la problemática, pues si las salas no fomentan el cine independiente, solo quedan dos alternativas: los festivales y las plataformas digitales.
El Festival Cine por Mujeres es un certamen internacional que da voz y visibilidad a cineastas a las que no les ofrecen las mismas oportunidades. Este festival permite dar a conocer películas de todas las partes del mundo y crear un espacio de encuentro y diálogo entre directoras y creadoras audiovisuales, apoyando así el cine independiente.

La muestra ha dado una plataforma a cineastas como Eléa Gobbé-Mévellec y Zabou Breitman, directoras de la exitosa y reivindicativa película de animación Las Golondrinas de Kabul; o a Maite Alberdi, con su interesante documental El agente topo. Estas mujeres han logrado hacerse un hueco en la industria y darse a conocer a nivel internacional. Y este es el motivo por el que los festivales feministas continúan siendo necesarios en la industria. Para poder conocer proyectos que de otra forma podrían caer en el olvido.
Porque conocer películas y directoras es conocer voces, conocer historias y conocer culturas. Un diván en Túnez, de Manele Labidi Labbé, fue proyectada en la edición de 2020. Nos adentra en la historia de una psiquiatra envuelta en los problemas culturales en el país tras la política de la Primavera árabe. Este tipo de películas son muy importantes para entender el feminismo más allá de Occidente.

Las plataformas digitales, por otra parte, están plagadas de obra creadas por la élite o de títulos indudablemente comerciales desarrollados por las propias plataformas. Es decir, son una extensión de las salas de cine con fines lucrativos cuya función es afianzar que su legado se asegure un futuro.
Esto no ha de ser negativo per se, pues el cine, como cualquier medio artístico, debe luchar constantemente por la conservación de sus obras. El problema es, no obstante, que las creaciones que perdurarán serán títulos comerciales nacidos de la mano de individuos con bastantes oportunidades y que con frecuencia cuentan con un mensaje moderado y difícilmente disruptivo. Es por ello que, desde Fatales, luchamos porque las plataformas se esfuercen por dar rienda suelta al cine independiente. Aquel que lucha por traernos historias que jamás escucharíamos si solo asistiéramos a las proyecciones de la élite. Pues apenas hay personas racializadas en el Olimpo. Apenas hay personas LGBT en el Olimpo. Y, por descontado, apenas hay mujeres en el Olimpo.
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