La aparición de la prostitución en el cine se remonta a sus inicios. Tenemos todo tipo de ejemplos en el imaginario colectivo de películas, como por ejemplo Pretty Woman o Taxi Driver. Y existe un consenso en que esas películas transmiten un mensaje problemático hacia la prostitución. Al final, logran blanquearla y no muestran la realidad que se esconde detrás de lo que te están contando. El problema surge cuando la historia sí trata de mostrar la realidad de la prostitución, pero no trata de condenarla. ¿Dónde establecemos el límite de lo que debemos contar en pantalla sin caer en un mensaje patriarcal a favor de la explotación sexual?

Fotograma de Pretty Woman
Pretty Woman, protagonizada por Julia Roberts y Richard Gere, romantiza la prostitución. Fuente: Touchtone Pictures.

Dentro de este debate se mueve la cinematografía de Sean Baker, director que ha explorado la prostitución en sus películas. Su última película, Anora, aclamada por la crítica y ganadora de cinco Oscars incluyendo Mejor Película, nos abre esta cuestión y nos permite reflexionar sobre la representación de la prostitución en la gran pantalla.

Baker ya nos ofreció una visión cruda, realista y sin tapujos de lo que era la prostitución en Tangerine (2015), un relato sobre dos mujeres trans que eran trabajadoras sexuales en Los Ángeles. Lo que hacía tan especial al largometraje era la capacidad que tenía para humanizar a las protagonistas. Para contar una realidad sin condescendencia ni ningún tipo de prejuicio. No ponía el foco en lo que estaba bien o lo que estaba mal. Te mostraba una situación sobre personas marginalizadas y les daba voz.

Fotograma de Tangerine
Tangerine está protagonizada por Kitana Kiki Rodriguez y Mya Taylor. Fuente: Through Films.

No obstante, con Anora la conversación se ha vuelto más peliaguda. La trama consiste en una bailarina erótica, Ani (interpretada por Mikey Madison), que comienza a vivir una historia de amor con un joven rico ruso (Mark Eydelshteyn). Bajo esta premisa, la película podría cobrar un tono de comedia romántica que rápidamente se subvierte, mostrando la realidad de lo que supondría una relación entre una persona de clase alta y una trabajadora sexual.

El problema del retrato de la prostitución en la película surge por otro motivo. Pese a que Anora desmonta el mito de la Cenicienta que tan en la cabeza tenemos por Pretty Woman, la película presenta situaciones que no retratan de manera sensible lo que supone ser una persona prostituida. Hay escenas en las que se introduce un tono cómico en situaciones que, en la vida real, supondrían el terror absoluto para las mujeres. Además, el club en el que trabaja ella muestra a un jefe totalmente cercano y amable con sus trabajadoras, como si ese fuese un ambiente de trabajo más y las condiciones en las que ejercen su trabajo fuesen normales, ocultando así la precariedad y la explotación que realmente sufren. Pero, por encima de todo, se ve a Ani completamente cómoda, a gusto y feliz en el trabajo que ejerce.

Mikey Madison recibiendo el Oscar a Mejor Actriz
Mikey Madison ganó la estatuilla a Mejor Actriz por su papel en Anora. Fuente: REUTERS/Carlos Barria.

Toda esta situación es la que enciende todas las alarmas del blanqueamiento de la prostitución. Mostrar un entorno tan idílico en un espacio donde, en la realidad, abundan la explotación sexual, el proxenetismo y las mujeres en situación de precariedad y trata es, cuanto menos, cuestionable.

Lo cierto es que nadie puede negar que esa realidad que cuenta Baker en Anora no sea así. Tal vez criticar la representación de ciertas experiencias ignore la diversidad de situaciones que atraviesan las personas prostituidas. Y en ese punto es en el que se mueve todo ese debate sobre qué debemos contar en pantalla o no. Para hacer un cine con perspectiva feminista que, a su vez, no niegue la representación de todo tipo de realidades.

Al final, el problema no es que la prostitución aparezca en el cine, sino en cómo se hace. Si se presenta como un estilo de vida glamuroso y libre de explotación, se invisibilizan la violencia y las desigualdades estructurales que afectan a las mujeres prostituidas. Pero tampoco se debe caer en el extremo contrario. Reducir la prostitución a un relato de miseria absoluta borra la diversidad de experiencias de quienes la ejercen.

Protagonistas del documental sobre prostitución Kokomo City
Las protagonistas del documental Kokomo City. Fuente: Getty Images.

En este contexto, cabe mencionar el documental Kokomo City (2023), dirigido por D. Smith. En él, mujeres trans trabajadoras sexuales relatan sus experiencias, mostrando tanto los peligros como los momentos de resiliencia y sororidad. Es un testimonio que, sin embellecer la prostitución, tampoco niega la humanidad de quienes la ejercen. Y justo en este documental encontramos declaraciones de las propias trabajadoras diciendo que les gusta lo que hacen y que nunca dejarían de trabajar de la prostitución.

Y no se pueden negar esos discursos, pues son parte sustancial de un sector de nuestra sociedad. Lo que debemos hacer es entender el contexto en el que se encuentran y las situaciones que atraviesan, y así hacernos conscientes de que existen esas circunstancias en la vida de las personas y de que, como sociedad, todavía no hemos sido capaces de superarlas.

Películas de Sean Baker
Gran parte de la filmografía de Sean Baker abarca relatos sobre prostitución. Fuente: Loud and Clear.

El cine tiene la capacidad de abrir debates y desafiar estereotipos, pero también de perpetuarlos. Puede ser un espacio para dar voz a quienes no la tienen. Pero, para que cumpla esta función, debe alejarse de la idealización y del morbo. Debe ofrecer relatos que reflejen la realidad en toda su complejidad. Solo así, el cine podrá contribuir a una discusión informada y a una mirada más justa sobre el trabajo sexual y quienes lo ejercen.